MANUAL BÁSICO PARA AGENTES DE DESARROLLO LOCAL Y OTROS ACTORES

Arizaldo Carvajal Burbano

PRIMERA PARTE: DESARROLLO LOCAL

1. ENFOQUES Y MODELOS DE DESARROLLO

"El "otro desarrollo" debe incluir la ampliación de prácticas que encarnen los valores democráticos y solidarios por sobre los oportunistas y predatorios. Desarrollo es no sólo más y mejores cosas, sino transformación cultural de la política y de los modos de vida". José Luis Coraggio

Sabemos que el concepto de desarrollo es polémico, polisémico y dinámico; que existe una gran controversia respecto de su comprensión y significado; dada su complejidad, el desarrollo no puede ser definido de manera universalmente satisfactoria; se señala el multiuso y abuso de este concepto. Como cualquier otro concepto, el desarrollo es una construcción social e histórica. Mediante el concepto de "desarrollo" se ha querido decir, a lo largo del tiempo, distintas cosas. Como lo expresan Monreal y Gimeno (1999), "el desarrollo es un producto de la imaginación de unos y otros, una imaginación que siempre es resultado de una historia social, cultural y material. Considerar el desarrollo como una construcción social e histórica es reconocer que es un producto contingente y, por lo tanto, puede ser modificado".

En esta misma línea Gilbert Rist (2002) también mira el desarrollo como "una construcción de quien lo observa". Las representaciones que se asocian con él y las prácticas que implica varían radicalmente según se adopte el punto de vista del "desarrollador", comprometido en hacer llegar la felicidad a los demás, o el del "desarrollado", obligado a modificar sus relaciones, sociales y con la naturaleza, para entrar en el mundo nuevo que se le promete.

Señala el autor la importancia de la definición de la palabra "desarrollo". Aunque todos creamos saber de qué hablamos al utilizarla, el consenso favorable que rodea a ese término es el centro de un malentendido que paraliza el debate.

El principal defecto de la mayoría de las pseudodefiniciones del "desarrollo" se debe a que están basadas, por lo general, en la manera en que en una persona (o un conjunto de personas) se presenta (n) las condiciones ideales de la existencia social. Por supuesto que estos mundos imaginarios –cuyas configuraciones varían según las preferencias individuales de quienes las producen- son con frecuencia acogedores y deseables y sería poco grato enfrentarse a quienes sueñan un mundo más justo, en el que las gentes serían felices, vivirán mejor y más tiempo, escaparían a la enfermedad, a la miseria, a la explotación y a la violencia. Esta forma de definir tiene la inmensa ventaja de reunir, sin mucho esfuerzo, un amplio consenso a partir de valores indiscutibles. No obstante, ¡si el "desarrollo" no es más que un término cómodo para reunir al conjunto de las virtuosas aspiraciones humanas, puede llegarse inmediatamente a la conclusión de que no existe en parte alguna y de que, probablemente, no existirá jamás! Y, sin embargo, el "desarrollo" existe, en cierta manera, a través de las acciones que legitima las instituciones a las que hace vivir y los signos que atestiguan su presencia Ibid).

Para el pensamiento común –añade Rist-, la búsqueda de una definición oscila entre dos extremos igualmente difíciles de controlar: por una parte, la expresión del deseo, general sin duda, de vivir una vida mejor, pero que parece ignorar voluntariamente que las modalidades concretas de su realización tropiezan con opciones políticas contradictorias; por otra, la multitud de acciones -con frecuencia contradictorias ellas también- a las que se considera capaces, a su tiempo, de aumentar el bienestar de la mayoría. La debilidad de estas dos perspectivas deriva de que no permiten identificar al "desarrollo" que aparece en unos casos como un sentimiento subjetivo de "plenitud", distinto de unas personas a otras, y en otros, como una serie de operaciones de las que nada prueba, a priori, que contribuyan verdaderamente al objetivo anunciado. Dentro de la construcción del desarrollo es básica la concepción de la centralidad del sujeto, que se reclama como principio orientador de cualquier proyecto de desarrollo. En este enfoque lo importante es la gente, no las cosas. Durante mucho tiempo el predominio de lo económico y de la visión economicista del desarrollo ha propiciado el olvido de los aspectos humanos, culturales y ambientales que ahora tratan de recuperarse.

No nos atrevemos a dar una definición precisa –o real- de desarrollo; su mismo carácter de invención lo impide. Coincidimos con Goulet (1999), que se necesita un concepto de desarrollo totalmente diferente, que se derive del interior de los diversos sistemas de valores que abrigan las comunidades vivas. "Desde el corazón de estos valores, de estas redes de significados, de lealtades y de modelos de vida, es como deben definirse los fines propios del desarrollo y los medios más adecuados para conseguirlos", señala.

Daniel García Delgado (2006) expresa que la ausencia de una estrategia de desarrollo es el resultado de un largo proceso en el que se produjo un viraje discursivo, en consonancia con el ascenso de la ideología neoliberal y la matriz teórica de la economía neoclásica. En palabras de Dos Santos (citado en García, 2006), "el debate sobre el desarrollo vuelve a ocupar una posición central en las ciencias sociales y en la política latinoamericana. Se ubica en el cuadro de una oposición entre las políticas de desarrollo y el dominio del capital financiero asentado en una ortodoxia monetarista bastante discutible por los efectos negativos que han producido en la región".

En este sentido –agrega García-, a 30 años de la irrupción del neoliberalismo, el retorno del debate en torno al desarrollo se da en un escenario profundamente transformado. Descorrer el telón implica hallar nuevas urgencias y nuevos desafíos. Así, hoy el desarrollo implica el replanteo del rol del Estado, tras la experiencia minimalista de los 90, supone encarar la reconstrucción del Estado; atenta al hecho de que ya no se espera que el Estado lo haga todo pero, a la vez, la consideración de actores económicos globales con una gravitación inédita y la identificación de una sociedad civil transformada en su estructura y poblada de nuevos actores, identidades y demandas (p. 19).

La incorporación de la perspectiva y demanda ética da cuenta del hecho que el desarrollo ha comenzado a pensarse en su integralidad, incorporando múltiples dimensiones que hacen del debate actual un espacio de riquezas mucho mayores que las ofrecidas por el fundamentalismo del mercado o la totalización económica del neoliberalismo. Esto da cuenta de la necesidad de integrar dimensiones político-institucionales, societarias, ambientales y ético-culturales (p. 20).

Por los motivos anteriormente expuestos es preciso reconocer que el desarrollo es un proceso que debe ser construido en perspectiva humana, buscando el cumplimiento de dos propósitos centrales:

• Primera finalidad del desarrollo: Libertad de oportunidades en el desarrollo de capacidades humanas individuales y colectivas. • Segunda finalidad del desarrollo: cubrimiento de necesidades humanas fundamentales. Es ver el "desarrollo como libertad" (Sen).

Expresa Latouche (2007:23) que el problema con el concepto de desarrollo es que se trata de una palabra "plástica"…que ya no significa nada más que lo que quiere decir el usuario individual que la emplea. Un concepto trampa. "La obra maestra en este arte de la mitificación es indudablemente el "desarrollo sostenible". Precisamente por esta razón el desarrollo es un concepto perverso".

Entramos en la era de los desarrollos "en partículas" para intentar conjurar mágicamente los efectos negativos de la empresa desarrollista. Hemos visto los desarrollos "autocentrados", "endógenos", "participativos", "comunitarios", "integrados", "auténticos", "autónomos y populares", "equitativos"…por no hablar del desarrollo local, del microdesarrollo, del endodesarrollo, e incluso del ¡etnodesarrollo! Al añadirle un adjetivo al concepto de desarrollo no se pone en cuestión realmente la acumulación capitalista. Como mucho se intenta incorporar un concepto social al crecimiento económico, como antes se le había podido añadir una dimensión cultural, y hoy un componente ecológico. (p.25).

Como decíamos, estos diversos planteamientos nos muestran ese carácter polisémico del desarrollo.

"MODELOS DOMINANTES" Y "MODELOS ALTERNATIVOS" DE DESARROLLO

A nivel general, podríamos hablar de "modelos dominantes" de desarrollo y de "modelos alternativos" de desarrollo. Veamos:

"MODELOS DOMINANTES" DE DESARROLLO

Según Tegegn (2000), "el mundo se ha rendido al modelo universal, al paradigma y al discurso sobre el desarrollo dominantes. Y es precisamente la validez de este discurso lo que queremos explorar aquí: su ética y si responde o no a las preguntas que se plantea la humanidad". Un paradigma basado en la ciencia y la tecnología; un modelo que, usando otra terminología, se denomina neoliberalismo. El modelo neoliberal, que también se lo ha venido a nombrar como pensamiento único, consiste -panorámicamente- en la liberalización de la economía, una economía de mercado. Para Ignacio Ramonet, este pensamiento se trata de:

La traducción a términos ideológicos de pretensión universal de los intereses de un conjunto de fuerzas económicas, en especial las del capital internacional y sus principios son muy parecidos a los defendidos por los teóricos neoliberales: lo económico prima sobre lo político (se coloca a la economía en el puesto de mando, liberada de lo social); el mercado (cuya mano invisible corrige las asperezas y disfunciones del capitalismo, y muy especialmente los mercados financieros, cuyos signos orientan y determinan el movimiento general de la economía; la competencia y la competitividad (que estimulan y dinamizan a las empresas llevándolas a una permanente y benéfica modernización; el libre intercambio sin límites (factor de desarrollo ininterrumpido del comercio y, por consiguiente de la sociedad); la mundialización (tanto de la producción manufacturera como de los flujos financieros); la división internacional del trabajo (que modera las reivindicaciones sindicales y abarata los costes salariales; la moneda fuerte (factor de estabilización); la desreglamentación, la privatización, la liberalización; cada vez menos Estado y un arbitraje constante en favor de los ingresos del capital en detrimento de los del trabajo; indiferencia con respecto al costo ecológico (citado en Estefanía, 2001:79-80).

Así, en este modelo, sus principales núcleos temáticos son la modernización, competitividad, Estado mínimo, mundialización, contracción de lo público, mercado, primacía monetaria, desregulación, desarrollo tecnológico, empresa. Su correlato político lo expresan términos como individuo, equidad, sociedad civil, neocorporativismo, gobernabilidad, eficacia. Se trata de la construcción de una ideología, que no afecta exclusivamente al pensamiento económico, sino a la representación total de una realidad que afirma que el mercado es el que gobierna y el Gobierno, quien gestiona (Ibid). Se puede decir que en este proceso de globalización, la "mercadización" se añade como nuevo elemento a la fórmula desarrollo = modernización = industrialización. En palabras de Ahumada (1998), el modelo neoliberal se caracteriza por un "paquete de reformas económicas y políticas" como la apertura completa de las economías a los mercados y al capital internacional, recorte del gasto público y eliminación de los subsidios sociales, privatización de las empresas estatales y, en general, el establecimiento del clima más propicio para la inversión extranjera.

Conocemos que estas "fábulas del mercado", este modelo neoliberal, ha sido cuestionado, ya que en muchas partes del mundo han agravado ciertos problemas económicos, políticos, sociales, ambientales, etc., y que la pobreza y las desigualdades han aumentado en los últimos años. Como lo señala Stiglitz (2002:30), "la globalización no ha conseguido reducir la pobreza, pero tampoco garantizar la estabilidad".

Casi siempre los modelos de desarrollo –de cualquier tipo- se hacen aparecer como "promesa": promesa de una mejor calidad de vida, de un bienestar, de un aumento de ingresos… la promesa del "desarrollo".

Históricamente, la idea de desarrollo ha sido validada a partir de falsas premisas, falsas promesas y soluciones inadecuadas. A través de regímenes de poder que controlan factores estratégicos de naturaleza material y simbólica, diferentes imperios han subordinado a personas, grupos sociales, comunidades, sociedades, economías, regiones y hasta continentes. Para legitimar las injusticias que emanan de las contradicciones que les son inherentes, estos imperios establecen un discurso hegemónico –para justificar su régimen de poder- del cual emanan reglas, premisas, prácticas sociales, objetos, verdades, realidades, etc., para institucionalizar su "derecho" a la dominación (Souza Silva, 2004:52). Edgar Revéiz (2004) proporciona una visión integral de la globalización, "que opta por sobrepasar las materias vinculadas a la expansión del comercio y la inversión privada, y por profundizar acerca de la relación que ellas tienen con otras tan importantes como la inseguridad y la violencia, la fragmentación social y la pobreza, la corrupción y la crisis de la justicia". El autor explicita la diferencia que existe entre la instrumentación del modelo neoliberal (como primera etapa de la globalización) y los nuevos desarrollos que están en el proceso de fundar un nuevo orden internacional "en el que las dimensiones sociales, políticas y ambientales cobren un papel preponderante". Al hablar de la tragedia neoliberal, Revéiz se refiere a "la incapacidad de los principales actores económicos y sociales y de los Estados-Nación para generar los equilibrios entre el darwinismo económico y la cultura, entre los tres poderes del Estado, entre la media y estos poderes, entre los intereses de los grupos sociales, entre el fuerte y el débil y, lo más importante, entre las grandes potencias, alrededor de las estrategias y los objetivos internacionales de una nueva fase social de la globalización". Se resalta en el autor su sentido crítico y su "propósito de crear un nuevo espacio de discusión" que rompa el pensamiento único y expresado como lo políticamente correcto, lo económicamente correcto y lo mediáticamente correcto. Sí, para nadie es un secreto el fracaso del modelo, expresado –entre otras cosas- por la crisis del sector financiero mundial de 2008. Repensar ese modelo, es pensar en modelos alternativos. "MODELOS ALTERNATIVOS" DE DESARROLLO

Dentro del concierto de teorías del desarrollo, se presentan teorías que reivindican la capacidad de los propios pueblos para decidir, orientar y manejar su propio desarrollo, esto es, un "desarrollo desde abajo". Y es aquí donde teorías como el desarrollo local, el desarrollo endógeno, el etnodesarrollo, el desarrollo humano, etc., adquieren gran importancia y significado. No existe un modelo único de desarrollo, sino más bien existen trayectorias que evidencian un proceso de transformación social en el que intervienen y se imbrican factores económicos, humanos, culturales, políticos, ecológicos...

Se deriva de ello el hecho de que en los últimos tiempos los modelos de desarrollo se hallan sometidos a dos tipos de reflexión. Por una parte, una reflexión, de naturaleza tanto descriptiva como teórica, sobre la existencia de una heterogeneidad de modelos de desarrollo y la convicción creciente sobre la necesidad de seguir caminos diferentes de desarrollo. Y, por otra parte, la reflexión acerca de la recuperación de la dimensión territorial en el análisis de los procesos económicos (Furió, 1996:106).

Sí, sabemos que "no existe una sola vía de desarrollo", una sola "modernidad", sino diversas formas de modernidad, construidas de diversos modos; diversas estrategias y proyectos diferenciados de zona a zona. El tema –como lo manifiesta Rist- no es saber si las sociedades tienen que cambiar o no –porque de todas maneras cambian- sino saber si el "desarrollo" (tal como se define en el pensamiento ordinario) constituye la única forma de encarar ese cambio. Más aún, "es posible recuperar el desarrollo como un espacio importante para reelaborar y trabajar la modernidad, para convertirla en algo distinto" (Escobar, 2002:21).

...cómo la gente resiste al desarrollo, subvierte, reelabora, pero yo creo que todos, en sus encuentros diarios en proyectos de desarrollo, saben que la gente no simplemente llega y acepta la palabra del experto e implementa su programita, sino que lo subvierte de toda forma posible, desde dedicar los fondos a otras cosas, hasta decirle al experto que va a hacer esto, pero lo hace muy distinto. Y aquí está siempre el principio fenomenológico: toda intervención tiene que ser retrabajada por el beneficiario, por el usuario –el usuario no en el sentido utilitario, sino en el sentido de los usuarios de prácticas-, y que en este sentido siempre tenemos que personalizar e incorporar las prácticas a nuestro universo para que tengan significado dentro de ese universo (Escobar, 2002: 22).

Díaz de Landa (2006:96), anota que la abundante literatura sobre el desarrollo inunda nuestra imaginación, reflexión e intentos de comprender sus problemas, y definir las acciones de resolución de éstos. "Desarrollo humano, desarrollo social, desarrollo sustentable, desarrollo institucional, desarrollo a escala humana, desarrollo local, enuncian problemáticas del desarrollo y delimitan —aparentemente— su preocupación en algunos aspectos de la compleja trama de cuestiones y consecuencias que encierran los procesos de cambio acontecidos en las sociedades —múltiples y diversas, pero también transnacionalizadas bajo los efectos del desarrollo del capitalismo". Agrega que es necesario, por tanto, articular conceptualmente sus respectivos énfasis en cuanto a los objetivos del desarrollo, la territorialidad óptima para su consecución, sus limitaciones y potencialidades para impulsar procesos de transformación social. "La complejidad del desarrollo deriva tanto de su carácter inevitablemente social, y por tanto histórico y construido, como del entrecruzamiento que el mismo supone entre teoría y praxis; conocimiento, acción y reflexividad; sistemas expertos y saberes de los agentes involucrados y sujetos afectados en y por el proceso de desarrollo; y de la difícil relación entre ciencia y valores, por cuanto siempre sobrevuela la pregunta: ¿desarrollo, hacia dónde y para qué?" (p. 97).

Mauricio Ramírez Villegas (1998), hace una diferencia entre la Perspectiva Convencional y la perspectiva Alternativa para el Desarrollo:

Diferencias entre la Perspectiva Convencional y la Perspectiva Alternativa para el Desarrollo Perspectiva Convencional Perspectiva Alternativa Lineal Uniformidad Imitación Anti-tradicional Estructural Corto Plazo No-histórica Capital Físico No lineal Diversidad Innovación Pro-tradicional Acción Humana Largo Plazo Histórica Capital Social

Agrega el autor que la perspectiva alternativa reconoce una diversidad reflejada en la posibilidad de que existen muchos patrones paralelos para lograr el desarrollo. A un nivel sustantivo, inclusive si existen acuerdos sobre metas a corto plazo para el desarrollo, los países están destinados a encontrar diferentes vías para lograrlo. En estos sitios prima la habilidad por innovar en lugar de imitar. La innovación se deriva de sus propias experiencias. Lo tradicional es por consiguiente una ventaja y no una desventaja. En esta perspectiva, "aprender del pasado tiene un alto significado. Las posibles alternativas también colocan la acción humana en el centro del escenario y por lo tanto se focalizan en el desarrollo humano, en la educación y en el fortalecimiento institucional que produce mayor disposición y capacidad para trabajar en conjunto. El capital potencial como base del desarrollo es principalmente social y no físico" (Ramírez, 1998: 72-74).

García Delgado (2006) señala que las características del modelo de desarrollo por el que se opte también determinarán en el tipo de sociedad que se busca configurar en el mediano plazo (estructura social, configuración ética, imaginarios), es decir, la sociedad deseada. En algún sentido durante la vigencia del modelo neoliberal, el tipo de sociedad que se buscaba configurar era el de una sociedad de mercado, donde la ciudadanía quedaba definida en términos del consumo.

Comparto con Latouche (2007), que sin pasar revista a la larga lista de innovaciones conceptuales, vale la pena detenerse en los más recientes y persistentes hallazgos: el desarrollo social, el desarrollo humano, el desarrollo local y el desarrollo sostenible. Para desmitificar los "vestidos nuevos" del desarrollo, hay que ir incluso más lejos y acorralar al desarrollismo, incluso en los proyectos llamados "alternativos".

Otra discusión relevante en la actualidad es sobre el postdesarrollo . Se parte de la premisa que "la idea del desarrollo está perdiendo fuerza", como lo señala Arturo Escobar (1999:129), "por su incapacidad para cumplir sus promesas". Esto lleva al reto de "contribuir a colocar en un primer plano y a posibilitar modos de vida y construcciones de identidad alternativas, marginales y disidentes. En este proceso, quizá el "desarrollo" dejará de existir como el objetivo incuestionado que ha sido hasta el presente". Así, la evidencia del creciente descontento con el desarrollo en muchas partes del llamado Tercer Mundo, fue lo que dio lugar a que algunos teóricos sugirieran la idea del postdesarrollo.

Serge Latouche (2007), expresa que es "urgente organizar el posdesarrollo", "bajar y tomar otro tren en la dirección opuesta", "sería necesario descolonizar nuestras mentalidades". Anota que en el fondo, hay dos maneras de concebir otra sociedad, en la que se viviría de otra manera: podemos optar por ella (intentar construirla), pero también nos la pueden imponer. De ahí la importancia de la "protesta social; articular resistencia y disidencia. Y es así como, al contrario que Penélope, tejemos de noche el tejido social que la globalización y el desarrollo deshacen de día". (p.83).

En este texto nos detenemos en el llamado desarrollo local y sus actores; con una visión de desarrollo alternativo.

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